domingo, 7 de agosto de 2016

FELIZ 124 CUMPLEAÑOS, MI REINA...




Cada 7 de agosto  desde que allá por octubre de 2007 inicié esta aventura de Subbética Taurina, acudo a esta bitácora personal para recordar una efeméride que fue todo un acontecimiento para la localidad, como así dejaron reflejados en sus páginas los diarios de la época.
 Aquel domingo de agosto de 1892, todas las miradas taurinas de España estaban fijadas en Priego, en la inauguración oficial de su plaza de toros, con un mano a mano entre el primer califa del toreo cordobés, Rafael Molina "Lagartijo", y su sobrino político, el joven Rafael Bejarano "Torerito", que se las vieron ante seis escogidos toros de Don Eduardo Miura.
El cartel editado para la ocasión es todo un lujo de detalles, incluyéndose en el mismo calificativos para el nuevo recinto como “magnífica plaza de toros”, así como otros detalles, que hoy sería del agrado de más de un aficionado, como los integrantes de las cuadrillas de los dos lidiadores, o los “cinco años cumplidos” de los astados. Llama la atención la hora, las 4:30 de la tarde, y aún más las tres horas de antelación anunciadas para la apertura de las puertas de la plaza, por lo que más de un aficionado no tuvo más remedio que reponer fuerzas en los nuevos tendidos o graderío de los palcos o el mejor de los casos, ayunas, habida cuenta del precio de las localidades.
Desde aquella ya histórica tarde, por Las Canteras han pasado las primeras figuras de la tauromaquia escribiendo bellísimas páginas en la historia del toreo, convirtiendo de paso a este coqueto y bellísimo recinto en referencia obligada en nuestra provincia dentro del arte de Chúchares.
Tras la intensa rehabilitación a la que fue sometida, su reapertura en 2011 supuso el inicio de una nueva etapa, que parece estar consolidándose bajo las directrices de la empresa que desde 2014 la gestiona y que, entre otras novedades, ha impulsado la celebración de una Feria Taurina que lleva su nombre.
Aunque hace dos años lo hice, no me resisto a recoger en este post la crónica que firmara Ogeba en Diario Córdoba (número 12.102 de 10 de agosto de 1892) y que reproducen tanto Miguel Forcada en su libro Fiestas de Toros en la comarca de Priego, como Enrique Alcalá Ortiz en su obra Priego en Fiestas.
La crónica del citado corresponsal no tiene desperdicio tanto por la descripción del ambiente que se vivió en la ciudad, como por el desarrollo de la lidia, un tanto singular y en el que contaban más lo jacos muertos y los pares de banderillas que otros aspectos.

"Gran día de animación y jolgorio ha sido el de hoy para la ciudad de Priego, con motivo de la inauguración de la plaza de toros, construcción lindísima que, a expensas de acaudalado patriota D. Francisco Lázaro Martínez, fue recientemente ultimada.
Las masas populares y las impopulares esperaban impacientes ayer tarde al gran Rafael I, quien fue recibido con música, cohetes, vítores y entusiasmo indescriptible, correspondiendo él a tales atenciones con la formal promesa, plenamente cumplida, de hacer cuanto estuviera de su parte y un poco más, para dejar satisfechos a quienes tan cariñoso recibimiento le dispensaban.
Anoche era tan incesante el llegar de gente que a pie, a caballo y en carruaje penetraban en la ciudad, que figurábasenos estar en Lourdes o en Covadonga en vísperas de la festividad mayor de uno de aquellos célebres santuarios.
Las casas atestáronse de forasteros (que según mis cálculos pasaban de tres mil) y ya en todas ellas sirvieron de cama a muchos de éstos las butacas y las mecedoras colocadas “ad limitum” en pasillos, salas y gabinetes.
Las cuadras y cocheras no bastaron a contener los vehículos que sin cesar llegaban, y fue necesario habilitar, con tal objeto, el paseo del Adarve, bajo la custodia de guardias armados.
En las principales calles de la población hacíase dificilísimo el tránsito de carruaje alguno, que a duras penas se abría paso en fuerza del enérgico y repetido “eep, epp” del correspondiente auriga.
Y allá en las afueras era de notar la multitud de bestias atadas a los olivos y de curiosos grupos de desheredados de la fortuna, que por azar de la misma habíanse quedado a la luna de Priego (y de todas partes).
Con un sol más que esplendente, amanecí yo a las diez de la mañana de hoy.
No me fue, pues dable asistir al encierro, verificado a las siete.
Y es que todo madrugador propósito quebrántase ante los olímpicos efectos de una cena sibarítica y de un champagne como el que para sus amigos tiene siempre dispuesto el meritísimo señor don Carlos Valverde, quien, como Alcalde, honra la vara, y como literato, las españolas letras.
A las dos de la tarde fueron abiertas las puertas de la plaza.
Apiñada muchedumbre penetro vertiginosamente por ellas, temerosa de que no hubiese suficiente número de localidades.
A las cuatro y media dio comienzo la función.
Había un lleno completo (acaso de ocho a nueve mil almas) y las delanteras de los palcos hallábanse adornadas con hermosísimas mujeres que, con gusto y donaire, lucían preciosas mantillas blancas o madroñeras.
Presidió el Gobernador civil, señor don Antonio Castañón y Faes.
Tiró la llave el caballero alguacil, siendo por éste recogida al vuelo. Aplausos.
Salen las cuadrillas de “Lagartijo” y del “Torerito”, y antes de saludar, detiénense un momento para ser fotografiados desde el tendido.
Y vamos a la estadística correspondiente que hará corta por resultar ya excesivamente larga esta epístola.
Primer bicho. Tomó seis varas, dos sin llegar, y con poca voluntad la última. En los quites muy bien el “Torerito”. Un par en su sitio de Juan Molina, otro ladeado y medio regular. Brindó el “Califa”, se acercó a la fiera, hízola seis muy cortesanos saludos y la principió y remató con una superiorísima. Muchos aplausos. Sólo un jamelgo quedó difundo.
Segundo. Era conocido por “Capirote”; con calzas y caperuza negra.
Tomó de mala gana cinco varas, acudiendo a tiempo el maestro en la última, para librar al caído jinete de algún serio capirotazo. Se presentó mal en banderillas.
Prendiéronle un par superior, un medio bueno y otro medio alto.
“Torerito” lo despachó con nueve pases y una ladeada regular. Oyéronse pitos y voces de golletazo. También sonaron aplausos. Bien el puntillero. Dos jacos arrastrados.
Tercero. El mejor del sexteto, Ligero, muy voluntarioso y bien armado. Tomó nueve varas e hizo dos disecciones. Pusiéronle un par bueno, otro regular y dos medios buenos. Catorce pases, un intento sin mojar, un pinchazo en hueso y una media superiorísima de muerte fulminante sin puntilla, fue la brega de Rafael, con quien el público fue algo injusto no aplaudiéndole.
Cuarto. Al salir cogió a traición un jaco, desmontando al jinete, sin consecuencias. Aguantó ocho varas, con rotura de la segunda, y dos pares y medio de palillos muy buenos. Vino al suelo, después de 15 pases y una muy superior de “Torerito”, levantándose al primer intento del puntillero, y se acostó nuevamente, acertando Pepín a la primera. Con la suya, fueron tres las defunciones.
Quinto. Salió con bríos. Tomó seis varas. Después de la quinta, el “Torerito” dobló la rodilla y largóle arena, siendo muy aplaudido. Un par muy desigual. Rafael y “Torerito”, intentan poner otro par cada uno y así lo hacen después de muchas citas y capeos; pero el bicho se empeñó en presentarse mal para ello, y no tuvieron el lucimiento que debieran. Bien es cierto que el “Califa” tomó la revancha dejando inmóvil al cornúpeto después de ocho pases, con una de esas suyas inimitables y certeras, que tantos aplausos arrancan a los inteligentes. Frenéticos aplausos.
Sexto. Negro, astillado de cornamenta. Cinco varas. Un pase de manos de Rafael. Tres puyazos más. Cuatro pencos inertes. Dos buenos pares de palillos; uno que sin permiso le colgó un aficionado, que fue a la cárcel, y una estocada de “Torerito” hasta el pomo. Muchos y prolongados aplausos. La Presidencia estuvo acertada; el público muy sensato.
Al entrar en la plaza, dicen que dijo el “Califa”, que jamás había visto otra tan preciosa. No hago de ella una descripción plástica, por haberla ya hecho y publicado muy preciosa y detallada mi excelente amigo el señor Valverde. Por tal construcción, única en su clase, merece mil plácemes así el inteligente director de las obras don Manuel Arjona Serrano, como el propietario de ella Francisco Lázaro Martínez, que tan valientemente ha expuesto su dinero en procurar una mejora tan importante a la hermosa e insólita ciudad de la incomparable Fuente del Rey y del sorprendente paseo de Los Adarves".

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